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domingo, 6 de marzo de 2022

West side story, el doble reto de Steven Spielberg

 


Carta de amor de Spielberg al séptimo arte


West side story es un musical de Broadway estrenado en 1957 que fue adaptado a la gran pantalla por Robert Wise en 1961, convirtiéndose en uno de  los grandes títulos de la historia del cine y con diez Óscars ganados. En 2021, sesenta años después, Steven Spielberg nos ha traído una nueva versión y es impresionante. La fuerza de la música y las coreografías siguen intactas. En este caso ha contado con el director Gustavo Dudamel para conducir la orquesta.

El reto para Spielberg era doble, ya que era su primera vez haciendo un «remake» y también su primera vez dirigiendo un musical, con el plus añadido de volver a mostrar una película mítica cuya sombra es muy, muy alargada. Pero el avezado Spielberg ha salido airoso y con nota de esta aventura. ¿Alguien lo dudaba? Además de su más que demostrado talento, también contaba con tres claves fuertes para llevar el proyecto a buen puerto. En primer lugar, no era estrictamente un «remake» del filme de 1961, ya que se basó más en el musical original de 1957. El segundo elemento es que aunque no hubiera dirigido antes un musical, había hecho ya sus pinitos con un número musical al más puro estilo de los clásicos Hollywood en los créditos iniciales de Indiana Jones y el templo maldito. Y en tercer lugar, y más importante, está el componente emocional, ya que West side story es su musical favorito desde niño, tenía el disco en casa, se conocía todas las canciones y le ha dedicado la película a su padre.

La trama del filme es una versión moderna de la tragedia de Romeo y Julieta, puesta en el West Side de Nueva York a finales de los años 50, donde dos bandas callejeras de jóvenes, los Sharks puertorriqueños y los Jets estadounidenses, se pelean por el territorio. En este ambiente, el amor surge entre uno de los Jets y la hermana del líder de los Sharks. Es una historia de amor, odio, venganza, pasión, en un marco de conflictos raciales, xenófobos y familiares, con el mensaje implícito de que la violencia no es el camino idóneo para resolver los problemas. Y todo ello aderezado por increíbles coreografias al son de la partitura compuesta por Leonard Bernstein.

En la nueva versión nos encontramos con un elemento interesante que da otro toque dramático, y es el de situarnos en un barrio que está siendo demolido para construir el actual Lincoln Center para las Artes Escénicas, cuyas obras tuvieron lugar entre 1955 y 1962. Nada más empezar, la película nos mete de lleno en este contexto con un impactante plano secuencia que sobrevuela la zona en proceso de demolición. Este hecho le confiere a la historia un halo crepuscular con un escenario donde los protagonistas son los últimos integrantes de un universo que agoniza, un modo de vida que está a punto de desaparecer bajo los escombros.

Los actores son obviamente todos muy jóvenes, y forman un elenco multirracial de cantantes y bailarines, donde el que más experiencia tiene como actor es el protagonista que encarna a Tony, Ansel Elgort, a quien hemos podido ver en Baby driver, Bajo la misma lluvia o en la saga Divergente. Eso en cuanto a los jóvenes, porque naturalmente hay actores más veteranos en otros roles entre los que destaca, como una muy grata sorpresa para el espectador fan de la película original, la mismísima Rita Moreno, que encarnaba a Anita en 1961 y que ahora, a sus 90 años, se mete en la piel de Valentina, la viuda de Doc, el protector de Tony, siendo ella la que se encarga del muchacho.

La película está nominada a siete Óscar, entre ellos, el de mejor película y mejor director, así que ya veremos qué pasa el próximo 28 de marzo en la gala de los Premios de la Academia.

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