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domingo, 26 de abril de 2015

Poderoso caballero es don Dinero

Que el dinero cambia a las personas, y los conflictos que ello acarrea, es uno de los temas más universales que hay. En el campo de la ficción, ya sea en cine, teatro o literatura, es uno de los detonantes de conflicto dramático que mejor funciona para desarrollar una historia. La mezquindad, la avaricia, la mediocridad, son defectos del ser humano que afloran en mucha gente cuando hay dinero de por medio. También es verdad que en algunas personas pueden surgir grandes virtudes como la lealtad, la amistad o la integridad. Por tanto la accesibilidad fácil a una cantidad importante de dinero en un momento dado es algo que nos pone a prueba como personas, sacando a flote lo mejor y lo peor de cada uno. Es una situación límite en la que las máscaras caen y queda al descubierto nuestro verdadero yo. Este es el tema que la directora Gracia Querejeta utiliza para la construcción de su película Felices 140.

Una mujer que cumple 40 años decide celebrar su cumpleaños por todo lo alto invitando a sus amigos y familiares más allegados a pasar un fin de semana en una casa de lujo alquilada para la ocasión. Una vez todos reunidos les cuenta que le han tocado 140 millones de euros en el Euromillones.

El guión está hábilmente construido de manera que describe y traza perfectamente a cada uno de los personajes y los hace evolucionar de una forma u otra en función de cómo cambian las cosas en varios giros que da la historia. Un libreto bien armado que sin embargo flojea en la resolución final a la que le falta algo de energía. Es como un globo que vas viendo hincharse poco a poco y cuando está a punto de reventar se desinfla en vez de explotar.

Los actores están todos magníficos. Maribel Verdú lidera el elenco llevando con naturalidad el peso protagonista. La secundan Antonio de la Torre, Eduard Fernández, Ginés García Millán, Marian Álvarez, Paula Cancio, Alex O'Dogherty, Nora Navas y Marcos Ruiz. A todos se les ve a gusto en la piel de sus personajes y eso se transmite al público. Personajes bien trazados sobre el papel y encarnados con gran convicción por buenos actores.

La película está rodada en unos espléndidos exteriores en Tenerife. El tono es de comedia con giros dramáticos. Entretenida y muy recomendable película sobre las luces y sombras del ser humano ante una de las tentaciones más poderosas y antiguas del mundo: el dinero.

domingo, 19 de abril de 2015

Bella y salvaje

Así es la naturaleza, bella y salvaje. Los paisajes naturales, los animales, tan tiernos de cachorros, y tan hermosos de adultos campando a sus anchas en su hábitat natural. Pero tanta belleza muestra su lado oscuro cuando es necesario saciar el instinto más primario y necesario para la supervivencia: el hambre. Es entonces cuando los depredadores salen a la caza y la naturaleza muestra su faz más salvaje, implacable y descarnada. Esto es algo que más o menos todos hemos podido comprobar frecuentemente en los documentales televisivos, y algunos cinematográficos, pero a veces también hay directores que llevan este tema al cine de ficción, como es el caso del francés Jean-Jacques Annaud, artífice de El oso y Dos hermanos, que vuelve a este tipo de historias con El último lobo, una coproducción entre Francia y China que adapta a la pantalla la aclamada novela Wolf totem del autor chino Jiang Rong.

En 1967, durante la conocida como Revolución Cultural en China, dos estudiantes de Pekín son enviados a la estepa de Mongolia para enseñar a leer y escribir a los niños de un campamento de pastores nómadas. Aquí los chicos de ciudad descubrirán un nuevo mundo para ellos. Un lugar en que el hombre vive en armonía con la naturaleza. El lobo es un enemigo respetado con el que se convive en paz. Los lobos cazan gacelas y los pastores se aprovechan de ello de forma sostenible para que estos cánidos tengan suficiente alimento y no ataquen a su ganado. Sin embargo la llegada y asentamiento por ley de los agricultores en esta zona, hace que se expolien las reservas de carne de gacela rompiendo así este equilibrio. En pleno conflicto con los lobos, uno de los estudiantes fascinado con estos depredadores de la estepa, captura un lobezno para criarlo y estudiarlo, creando así un vínculo especial entre el hombre y el animal.

Es muy interesante el hecho que no hay buenos y malos. Los roles son intercambiables en función del instinto de supervivencia. Los lobos no son ni buenos ni malos, simplemente sobreviven. El hombre no es tampoco ni bueno ni malo. Unas personas son capaces de vivir en equilibrio con la naturaleza y otros rompen ese equilibrio pero no necesariamente por maldad sino simplemente por necesidad o por ignorancia.

Cinematográficamente la película goza de unas localizaciones maravillosas en la estepa mongola así como un trabajo muy meritorio con los animales. Todo perfectamente fotografiado con el tono de luz adecuado y envuelto en una estupenda partitura musical a cargo de James Horner. El punto débil del film se encuentra en la parte del conflicto humano. Los actores trabajan bien pero están simplemente correctos. Tiene la hondura dramática justa y necesaria para que la película funcione, pero le falta intensidad y contundencia en determinados momentos. La historia da para un mayor trazado de personajes pero se ha dado prioridad al trabajo de documental de naturaleza sobre el desarrollo de trama de ficción. No obstante el resultado final es una entretenida cinta que pone sobre la mesa temas muy interesantes sobre la convivencia sostenible del hombre con la naturaleza y da una visión más realista de los lobos, que han tenido siempre una imagen muy negativa en la cultura popular.

sábado, 11 de abril de 2015

Eastwood y Cooper dan en el blanco

Clint Eastwood no defrauda. Su última película, El francotirador (American sniper) vuelve a ser otra muestra de su maestría adquirida con la experiencia. Su estilo narrativo directo y equilibrado es ya marca personal más que reconocible. No se recrea en lo sórdido pero tampoco da concesiones a suavizar las cosas. Cuenta y expone las situaciones con una naturalidad pasmosa. Los tiroteos están filmados con garra, tensión y efectividad pero sin acrobacias ni florituras de cámara.

Se trata de la biografía de Chris Kyle, el francotirador más letal de la historia de Estados Unidos por el número de bajas confirmadas que obtuvo en muy poco tiempo. Un Seal de Texas que desde niño ha tenido muy arraigado el instinto de protección, y con ese ánimo se enfrentaba en el campo de batalla a las difíciles disyuntivas en que se encuentra cada vez que debe abatir un objetivo para proteger a sus compañeros que van en primera línea de fuego. Del mismo modo se muestra de manera muy directa y clara la degradación psicológica a la que se ve sometido tras cada nueva misión. Participó en cuatro despliegues en Irak, y cada vez que volvía a casa el enganche al estrés de la guerra y la incapacidad de desconexión lastran su vida vida civil y personal.

Bradley Cooper encarna este personaje con gran convicción. Tanto que obtuvo una merecida nominación a los Oscar. Transmite muy bien el torbellino emocional al que se ve sometido, y eso que no es tarea fácil, ya que es un registro parco y recio. Es una de esas interpretaciones que debe transmitir mucho sin apenas recursos expresivos, ya que la personalidad del rol no se presta al histrionismo. También es de justicia alabar a su compañera de reparto Sienna Miller, en la piel de la sufrida esposa del protagonista, que hace una interpretación sólida, creíble y auténtica.

El relato se sostiene sobre un guión muy bien estructurado, adaptado por Jason Hall a partir del libro escrito por el propio Kyle junto a otros dos autores. La historia está contada con un tono más cercano al western que a la hazaña bélica, y funciona como tiro, nunca mejor dicho. Un western ambientado en la guerra de Irak, que por ello estéticamente trae ecos de otras películas recientes desarrolladas en esta contienda como En tierra hostil o Green Zone, pero con el estilo narrativo inconfundible de Clint Eastwood.

sábado, 4 de abril de 2015

La digitalización de la consciencia

El director sudafricano Neil Blomkamp vuelve a la carga con otra historia de ciencia ficción ambientada en una convulsa y caótica Sudáfrica. Tras Distrito 9 y Elysium llega ahora Chappie, en que trata el tema de la inteligencia artificial llevada a su máximo exponente, el de la capacidad de digitalizar la consciencia del ser humano.

Muchos títulos a lo largo de la historia del cine han tratado el tema de los autómatas, desde la máquina humanoide de Metrópolis hasta los replicantes de Blade Runner, los cyborgs de Terminator, el robot dotado de vida por una descarga eléctrica en Cortocircuito, o el niño androide de Inteligencia Artificial. En todos ellos se pone sobre el tapete la cuestión de en qué medida una máquina puede aprender tareas de forma exponencial o puede llegar incluso a tener sentimientos y emociones, en definitiva hasta qué punto es plausible que un robot logre pensar y sentir por sí mismo independientemente de su programación original.

El año pasado se estrenaba la fallida Transcendence cuyo punto de partida era interesante en cuanto a que da una vuelta más de tuerca a todo este tema de la inteligencia artificial, de manera que plantea ya no el hecho de que una máquina pueda llegar a ser consciente sino que además un humano pueda perpetuarse en el tiempo transfiriendo su consciencia a una máquina y así sobrevivir a su cuerpo físico una vez muerto. En esta línea se mueve Chappie, que plantea las cosas de un modo más nítido que Transcendence pero que incluso es en este punto en el que flaquea el film por no conseguir del todo la verosimilitud del relato. Que los datos generados por la conciencia de un ser humano se puedan almacenar y luego reprocesar con la tecnología de hoy día como si fuera lo más normal del mundo resulta poco creíble. Por lo demás nos encontramos con una película trepidante, entretenida con un protagonista robótico que empatiza muy bien con el público. Chappie resulta creíble, gracioso y entrañable, hasta el punto que en alguna escena toca la fibra sensible del espectador a pesar de ser una película de acción.

El robot ha sido generado por captura de movimiento y el actor encargado de darle vida es Sharlto Copley, que ya trabajó con Blomkamp en sus anteriores películas. Le acompañan en el reparto, pero con su rostro de verdad, los actores Hugh Jackman, Dev Patel, protagonista de Slumdog millionaire, Sigourney Weaver y el grupo de música electrónica Die Antwoord formado por el duo Ninja y Yo-Landi.

Como trama principal se ha cogido el mismo argumento que Robocop: en una ciudad en la que la delincuencia ha alcanzado niveles insoportables, se aprueba el uso de agentes de la ley robóticos. La empresa encargada del diseño tiene dos posibles proyectos, con lo cual se entabla una competencia brutal entre los responsables directos de ambos desarrollos. En la película de Paul Verhoeven eran dos ejecutivos de la corporación los que rivalizaban mientras que en Chappie son los ingenieros que han diseñado cada proyecto.

Siguiendo la estela de sus anteriores producciones, Blomkamp demuestra una vez más, ya marca de la casa, su capacidad para utilizar la tecnología digital dentro de una ambientación de acción física. Los efectos visuales son de primer orden y tienen mucho ordenador pero no para hacer alardes de sofisticación visual sino para contribuir a hacer creíble lo irreal en un ambiente realista.