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domingo, 19 de abril de 2015

Bella y salvaje

Así es la naturaleza, bella y salvaje. Los paisajes naturales, los animales, tan tiernos de cachorros, y tan hermosos de adultos campando a sus anchas en su hábitat natural. Pero tanta belleza muestra su lado oscuro cuando es necesario saciar el instinto más primario y necesario para la supervivencia: el hambre. Es entonces cuando los depredadores salen a la caza y la naturaleza muestra su faz más salvaje, implacable y descarnada. Esto es algo que más o menos todos hemos podido comprobar frecuentemente en los documentales televisivos, y algunos cinematográficos, pero a veces también hay directores que llevan este tema al cine de ficción, como es el caso del francés Jean-Jacques Annaud, artífice de El oso y Dos hermanos, que vuelve a este tipo de historias con El último lobo, una coproducción entre Francia y China que adapta a la pantalla la aclamada novela Wolf totem del autor chino Jiang Rong.

En 1967, durante la conocida como Revolución Cultural en China, dos estudiantes de Pekín son enviados a la estepa de Mongolia para enseñar a leer y escribir a los niños de un campamento de pastores nómadas. Aquí los chicos de ciudad descubrirán un nuevo mundo para ellos. Un lugar en que el hombre vive en armonía con la naturaleza. El lobo es un enemigo respetado con el que se convive en paz. Los lobos cazan gacelas y los pastores se aprovechan de ello de forma sostenible para que estos cánidos tengan suficiente alimento y no ataquen a su ganado. Sin embargo la llegada y asentamiento por ley de los agricultores en esta zona, hace que se expolien las reservas de carne de gacela rompiendo así este equilibrio. En pleno conflicto con los lobos, uno de los estudiantes fascinado con estos depredadores de la estepa, captura un lobezno para criarlo y estudiarlo, creando así un vínculo especial entre el hombre y el animal.

Es muy interesante el hecho que no hay buenos y malos. Los roles son intercambiables en función del instinto de supervivencia. Los lobos no son ni buenos ni malos, simplemente sobreviven. El hombre no es tampoco ni bueno ni malo. Unas personas son capaces de vivir en equilibrio con la naturaleza y otros rompen ese equilibrio pero no necesariamente por maldad sino simplemente por necesidad o por ignorancia.

Cinematográficamente la película goza de unas localizaciones maravillosas en la estepa mongola así como un trabajo muy meritorio con los animales. Todo perfectamente fotografiado con el tono de luz adecuado y envuelto en una estupenda partitura musical a cargo de James Horner. El punto débil del film se encuentra en la parte del conflicto humano. Los actores trabajan bien pero están simplemente correctos. Tiene la hondura dramática justa y necesaria para que la película funcione, pero le falta intensidad y contundencia en determinados momentos. La historia da para un mayor trazado de personajes pero se ha dado prioridad al trabajo de documental de naturaleza sobre el desarrollo de trama de ficción. No obstante el resultado final es una entretenida cinta que pone sobre la mesa temas muy interesantes sobre la convivencia sostenible del hombre con la naturaleza y da una visión más realista de los lobos, que han tenido siempre una imagen muy negativa en la cultura popular.

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