La película goza de un espléndido diseño de producción y de vestuario que crea una atmósfera gótica, propia de Del Toro, totalmente absorbente, que envuelve al espectador en esta historia de terror llena de matices. Es una lástima que Netflix haya hecho un estreno limitado en cines, lo suficiente para poder optar a los Óscar, y la llevara directamente a streaming, porque desde luego, esa estética y esa atmósfera son dignas de disfrutarse en pantalla grande.
Aunque lo que predomina es el tono romántico y existencialista, no deja de tener algunos detalles un poco gore, que podrían ser evitables, en algunas escenas. No obstante, es una gran película realizada a la antigua usanza, con efectos prácticos, decorados físicos, maquillaje, y la inclusión de algunos CGI (imágenes generadas por ordenador) que no son lo último en tecnología, pero cumplen eficazmente su función.
El elenco está encabezado por Oscar Isaac, conocido especialmente por su papel de Poe Dameron en los episodios VII, VIII y IX de Star Wars, que ya había destacado antes en Las dos caras de enero o como villano en Robin Hood. Le secunda el gran descubrimiento de Tarantino, Christoph Waltz, en el papel del mecenas que financia la investigación del doctor Frankenstein. Jacob Elordi, habitual en otras producciones de Netflix, encarna a la criatura y Mia Goth da vida a Elisabeth. También cabe destacar la presencia de Charles Dance, al que muchos recordamos como villano de El chico de oro y de El último gran héroe, en el rol del padre de Víctor.
Frankenstein es, por tanto, una película gótica, existencialista, romántica, filmada con gran devoción por el autor de títulos como Hellboy, La forma del agua, Blade II, o El laberinto del fauno. Posiblemente, la mejor, o de las mejores películas de Guillermo del Toro.

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