El gran evento cinematográfico del año: Avatar: fuego y ceniza. James Cameron lo ha vuelto a hacer, nos ha llevado de nuevo a pasear por el planeta Pandora haciendo de la película toda una experiencia, esta vez conociendo a una banda de Na'vi hostiles, saqueadores, el Pueblo de la Ceniza, cuya líder, Varang, interpretada por Oona Chaplin, es un gran fichaje, convirtiéndose en uno de los personajes más carismáticos de la película. Su relevancia en la trama va de más a menos durante el metraje, pero las escenas en las que aparece, acapara toda la atención.
Sin embargo, la acción central de la película vuelve a estar en el arrecife donde se desarrollaba El sentido del agua, aunque tiene incursiones a otros lugares inexplorados hasta ahora del planeta, como el poblado de Varang y sus secuaces o la ciudad de colonos humanos construida en Pandora. La entrega anterior tenía un poder de sorpresa enorme porque nos ampliaba la visión del planeta al trasladar la acción del bosque al mar y descubriéndonos un mundo acuático fascinante. En ese sentido, Avatar: fuego y ceniza no es tan impactante como lo fue su predecesora, pero por otra parte, nos aporta dos nuevos escenarios, aunque poco explotados, y más dramatismo que en las dos anteriores entregas. Concretamente hay dos momentos de gran intensidad dramática, que comentaré en un comentario aparte para no hacer spoiler, y que quien la haya visto pueda comentar si está o no de acuerdo.
Las películas con muchos efectos especiales y tecnicismos propios de la ciencia ficción, suelen gustar a un sector fan de este género cinematográfico, pero cuando una saga se convierte en la más taquillera de la historia, es porque la va a ver mucha gente, un amplio sector de público y no solo los fans de los efectos especiales. Para captar la atención de público general, es necesario que la gente se identifique con los personajes, que encuentren un punto de conexión con lo que se muestre en pantalla y que no todo sea artilugios tecnológicos y pirotecnia. En Avatar teníamos una historia de autosuperación, de segundas oportunidades, de empezar de cero una nueva vida a través de un marine que se quedó paralítico y encuentra un nuevo hogar en la cultura Na'vi. En Avatar: el sentido del agua ya no tenía sentido la historia de autosuperación pero introducía un fuerte alegato a la unión familiar y protección de los seres queridos. En Avatar: fuego y ceniza continúa siendo importante la familia, pero además introduce con cierta relevancia el tema de la culpa.
La primera película fue fascinante por el mundo de Pandora que nos mostraba y además, era una película de invasiones alienígenas donde los invasores eran los humanos. La segunda fue una enorme sorpresa por el entorno acuático de Pandora, un viaje fascinante. La tercera no resulta tan sorprendente ,pero sí más rica en elementos dramáticos y manteniendo su poder de fascinación y ritmo narrativo como las dos anteriores.
En resumen, Avatar. fuego y ceniza es un espectacular cierre de trilogía, una experiencia para ser vivida en pantalla grande y todo un espectáculo. Enhorabuena, señor Cameron.
1 comentario:
ATENCIÓN, SPOILERS
Como decía en la reseña, hay dos momentos de gran dramatismo que considero que hacen subir puntos a la película: uno es la escena en la que Jake está a punto de matar a Spider por considerarlo una amenaza para el planeta ante la posibilidad de que los humanos descubran cómo respirar el aire de Pandora. Sin embargo, los lazos familiares son fuertes y finalmente no es capaz de hacerlo. La segunda escena es aquella en la que Ronal, estando embarazada, acaba malherida en la batalla y da a luz a un bebé Na'vi y muriendo ella tras el parto.
A mí, estas dos escenas me parecieron muy emocionantes a nivel dramático. ¿Qué opinas?
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