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Gladiator II, pan y circo de ayer y de hoy

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lunes, 30 de diciembre de 2024

Gladiator II, pan y circo de ayer y de hoy

 


Han pasado 24 años desde la mítica Gladiator, que se alzó como ganadora de los Óscar y hoy en día es uno de los grandes títulos de referencia del cine de este siglo, y por qué, de la historia del cine en general. Además, inauguró una nueva etapa y una renovación y revitalización del género conocido popularmente como peplum o cine de romanos, con la tecnología digital al servicio de la recreación del mundo antiguo. Muchos títulos posteriores tomaron ejemplo de ello, tales como La legión del águila, Centurión o El rey Arturo, por citar algunos ejemplos. «Lo que hacemos en la vida, tiene su eco en la eternidad», decía Máximo en la piel de Russell Crowe, y desde luego, lo que hizo Gladiator en la gran pantalla, ha dejado su eco en la historia del cine.

Durante años se ha especulado con una secuela y se le ha dado muchas vueltas al tema. Finalmente se ha materializado y el pasado mes de noviembre llegaba a las carteleras Gladiator II, que se ha convertido en el fenómeno social cinematográfico del año. Lógicamente, no está llamada a tener la repercusión de su predecesora, porque aquí no se está reinventando ni descubriendo nada, pero está claro que es una de las películas del año por el gran espectáculo que nos brinda y por su capacidad de arrastrar al público a las salas. En comparación con la anterior, no resulta tan redonda por dos motivos, en mi opinión, bastante claros. En la primera teníamos dos personajes, Máximo y Cómodo, totalmente antagonistas y perfectamente trazados. En Gladiator II  hay más personajes, y no están todos igual de bien trazados, o al menos, no están totalmente aprovechados. Tenemos al sobrino de del emperador Cómodo, Lucio, que era un niño entonces y ahora es un hombre. Por una serie de circunstancias se ve convertido en gladiador y busca venganza. Máximo era parecido, pero era un soldado con un código de honor muy marcado, mientras que Lucio, encarnado por Paul Mescal bastante bien por cierto, es más pura fuerza bruta movida por la ira.

Por otro lado, tenemos al general Acacio, interpretado por Pedro Pascal, un general con ideales, como Máximo, que se ve en una encrucijada al tener que servir a los frívolos y despiadados hermanos emperadores Geta y Caracalla. El personaje de Acacio es interesante, pero no se le da mucha cancha para el lucimiento. El que sí se lleva de calle todo el magnetismo es Denzel Washington, que irradia carisma por doquier en la piel de Macrino, un tratante de gladiadores con altas ambiciones políticas y cero escrúpulos.

El segundo motivo es la trama, a la que le pasa lo mismo que a los personajes, que es interesante por las conspiraciones políticas que plantea, pero en su resolución no resulta tan redonda como en la primera película. Pero en fin, estamos ante un espectáculo de pan y circo impresionante, una de las películas del año, y que hace un retrato de una sociedad decadente en la que los mandatarios solo buscan entretener al pueblo para que les dejen hacer a ellos lo que les da la gana. «Que coman guerra», dice uno de los hermanos en un momento dado. La historia es cíclica, y quizá Gladiator II no trate solo de lo que pasó con el Imperio Romano, sino también de lo que está pasando hoy en día con el imperio de la sociedad del bienestar occidental. Ridley Scott ha vuelto a hacer vibrar la arena del Coliseo en la gran pantalla.

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