El primer Dune me dejó frío. Mucho Óscar técnico, totalmente merecido, y un dominio de la realización por parte de Villeneuve indudable. Sin embargo, no me dejó poso. Me faltó conexión, empatía con algún personaje que destacase, ya que es como si todos fuesen parte del paisaje y no contrastara ninguno. Y la historia de conspiraciones por el poder en una sociedad ficticia y futurista, pues a los fans de la novela que conozcan ese universo, les puede resultar interesante, pero para aquellos ajenos al tema, pues se echaba en falta ese personaje que sirviera de guía al espectador profano en la materia por ese universo imaginario.
Por eso no me llamaba la atención ver Dune: parte 2, a pesar de ser uno de los grandes estrenos del año, además de Gladiator II o Del revés 2. No obstante, he terminado viéndola y me alegra poder decir que me ha sorprendido gratamente. El alarde técnico sigue siendo impresionante, la película sigue tomándose demasiado en serio a sí misma y los personajes siguen siendo muy parecidos entre sí, no como en otras sagas de aventuras épicas y fantasía como El señor de los anillos o Star Wars, en las que los personajes están muy perfilados de manera que haya contraste entre ellos, pero esta segunda entrega tiene un punto distintivo, desde mi punto de vista, respecto a su precedente, y es que la trama es más sencilla de seguir que en la anterior. Vemos a un superviviente de una familia con la que otros habían acabado, exiliado en un planeta inhóspito y acogido por una tribu local para los cuales él es el mesías que debía liberarlos, de manera que vemos el proceso del protagonista de convertirse en el líder de una revuelta.
Dune: parte 2 tiene más de aventuras y menos de politiqueo en una sociedad ficticia, por lo que resulta más comprensible y disfrutable para un público general que su predecesora. Especialmente destacables la escena en plan Gladiator y los momentos en que tanto el protagonista como otros personajes cabalgan gusanos gigantes a través de las interminables dunas de arena.
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