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sábado, 4 de febrero de 2012

Científicos en acción: Los últimos días del Edén


En 1992 John McTiernan, director de Depredador, Jungla de cristal y La caza del Octubre Rojo, dirigió a Sean Connery en Los últimos días del Edén (Medicine man), una interesantísima película para este ciclo que nos ocupa. En lo más recóndito de la selva amazónica un botánico, el doctor Robert Campbell, vive completamente aislado del mundo civilizado y encuentra una sustancia, un extracto de una planta, que puede curar el cáncer. Sin embargo no consigue reproducirlo y el tiempo se agota, ya que la construcción de una carretera amenaza con arrollar la zona de estudio.


Es un gran ejemplo de trabajo de campo y de investigación en toda regla. Buena fotografía, agudos diálogos, hermosos parajes, una espléndida partitura de Jerry Goldsmith y el carisma de Sean Connery que además tiene buena química con su compañera de reparto, Lorraine Bracco, que interpreta a la doctora Rae Crane, la cual dirige la fundación que paga la investigación de Campbell y va a ver in situ en qué está gastando los fondos del proyecto el pintoresco científico.

El guión es de Tom Schulman, ganador del Oscar en 1989 a Mejor Guión Original por El club de los poetas muertos (The dead poet's society, Peter Weir), y se nota que se ha documentado adecuadamente por los términos que utiliza en el film. Hablar de cromatógrafos, desviación base, biopsia, grupo de control, etc y que todo suene natural y no a tecnoverborrea sin sentido, denota que o bien tiene formación en ciencia o bien ha hecho un buen trabajo de documentación. Teniendo en cuenta que estudió Filosofía, está claro que se ha informado bien antes de escribir. Junto a él firma el libreto Sally Robinson, habitual guionista y productora de televisión.

Como imagen de lo que es un científico, quizá sea esta una de las más reales y cercanas que se han visto en el cine, huyendo de los clichés habituales. No es un "mad doctor" obsesionado por dominar el mundo, ni tampoco un sabio distraído, ni un héroe de acción que salva a todos los inocentes con sus conocimientos técnicos. Es simplemente un hombre apasionado con su trabajo que ha elegido esconderse en la selva por motivos personales. Es un ser humano con todo lo maravilloso e imperfecto que ello conlleva. Tampoco se deja al azar el hecho de las dificultades que entraña investigar en un lugar tan alejado de todo. No se saca las cosas de la manga ni se inventa artilugios inverosímiles, sino que depende de una fundación y unos inversores que sufraguen los gastos de su investigación y que necesitan ver resultados para continuar esta labor.

Sin embargo tanto apego a la realidad no impide a McTiernan conseguir imágenes de gran belleza estética y un cierto halo de poesía, especialmente en la secuencia en que los protagonistas pasean flotando en el aire enganchados a un sistema de cuerdas entre los enormes árboles de la selva tropical, acompañados por la deliciosa música del gran compositor Jerry Goldsmith.

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