Todo lo que suena a II Guerra Mundial nos remite a los Nazis, los Aliados, alemanes, americanos, ingleses, franceses, Normandía, Pearl Harbour, ya sea en tono más heroico, como antaño, o ya sea en una línea más bien antibelicista, como en el cine contemporáneo. A veces parece que de un modo u otro nos lo han contado todo, pero no es así. Todavía quedan historias por sacar a la luz, y algunas sorprenden y sobrecogen enormemente. Ese es el caso de 1944, una película estonia sobre cómo la contienda afectó a la población de esta nación.
Estonia es un país que se vio abocado a una guerra fratricida sin tener un conflicto interno, como suele ocurrir con las guerras civiles. La tragedia de un pueblo enfrentado entre sí por causa de influencia extranjera. Los alemanes reclutaron estonios para luchar contra los rusos, y los rusos reclutaron estonios para luchar contra los alemanes. Algunos incluso lucharon en ambos bandos en distintos momentos de la guerra. En cualquier caso se trataba de tener que escoger entre dos bandos para enfrentarse con sus propios compatriotas, cuando ninguno de los dos lados pertenecía a su país.
La película expone esta situación a través las historias de varios soldados en las trincheras. Resulta llamativo que, siendo una película testimonial centrada en retratar el drama vivido por la población estonia, y sin tener demasiado presupuesto, ya que asciende a poco más de millón y medio de euros, el film hace gala de unas secuencias de acción bélica intensas, impactantes, que le confieren una dimensión épica a una película que en principio tendería más al drama intimista.
Dirige Elmo Nügayen, habitual actor, visto en la nominada a los Oscar Mandarinas, que como director firma su tercer largometraje con este intenso drama bélico, seleccionado para competir por Estonia en los Oscar. Todo el elenco de actores aportan interpretaciones veraces. A pesar de ser desconocidos fuera de su país, y muchos de ellos tener una filmografía más bien corta, todos resultan convincentes.
Una película testimonial de la dura realidad de un país en un momento crucial de la historia, que recrea el drama de forma sobria, aséptica y directa, sin regodearse en tremendismos ni renunciar tampoco al espectáculo cinematográfico.
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