En 1997 Steven Spielberg se adentró en el tema del abolicionismo con Amistad, quizá una de sus películas menos recordadas por el gran público, en la que abordaba el tema desde la perspectiva de un juicio contra esclavos amotinados en un buque negrero. La película de desarrollaba en 1839. Ahora retoma esta temática con Lincoln, en la que nos lleva al año 1865 para contarnos la pugna en el Congreso por conseguir aprobar la 13ª enmienda de la Constitución estadounidense, por la cual se reconoce a todos los hombres iguales ante la ley independientemente del color de su piel.
La película adopta un planteamiento de thriller político con pinceladas de biopic, al fin y al cabo nos está contando parte de la vida del presidente Abraham Lincoln, pero el eje central de la trama es la lucha por conseguir aprobar la susodicha enmienda. Sin embargo los toques biográficos son los que proporcionan los momentos de la vida privada del presidente con su familia y esto permite una mayor conexión emocional con el espectador, ya que sin este componente el film podría resultar demasiado denso y demasiado "político". Los conflictos personales con su esposa y su primogénito, humanizan al gran hombre de estado acercando su solemne figura al espectador.
La veteranía de Spielberg le permite saber conjugar los elementos en su justa medida para que el conjunto resulte sólido y armónico, apoyado en un solvente guión de Tony Kushner que ha sabido condensar muy bien los momentos cruciales de la vida personal y profesional de Lincoln en ese instante histórico que nos está contando. Pero su pericia y madurez cinematográfica van más allá de este planteamiento y nos demuestra un manejo de la técnica absolutamente magistral. Cada encuadre y cada plano son una lección de cine, la manera de aprovechar el formato de pantalla, la colocación de los actores en la escena, la fotografía utilizada en cada ocasión, el uso de la luz y los tonos de color apropiados. Todo encaja a la perfección en cada fotograma. Y todo ello acompañado por la pertinente y soberbia partitura musical de John Williams.
Los actores están excelentes, empezando por Daniel Day-Lewis totalmente transformado en el presidente Lincoln, secundado por una extraordinaria Sally Field en el rol de la Primera Dama y un carismático Tommy Lee Jones en el rol de un político abolicionista. También el veterano David Strathairn desempeña un notable trabajo en la piel del brazo derecho del presidente. Cabe destacar entre los más secundarios a Joseph-Gordon Levitt al que vimos hace unos meses protagonizando Looper junto a Bruce Willis, y que en este caso encarna al primogénito de Lincoln.
Spielberg sigue estando en plena forma y lo demuestra con creces. Lo único que se puede achacar en contra de la película es su propia naturaleza: la densidad de algunos diálogos a veces puede ser difícil de digerir pero es algo inherente al propio género. Los thrillers políticos son así. De hecho ahí está la prueba del enorme talento del director, el guionista y los actores para hacer que una película de este tipo llegue a un rango de público más amplio de lo habitual en esta clase de producciones.
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1 comentario:
Un gran personaje, en su faceta política y personal, pero demasiado charleta, en esta versión, un vara, sermoneador, y a ratos incluso un tanto lunático. Y todo en esa manera tan Spielberg, de resaltar emociones de forma descarada a través de la música, de abrazos del 'todosjuntosporfin', tan impositivo en sus sentimientos... Pero un personaje como Lincoln no puede producir una mala película y de estas tampoco Spielberg sabe hacerlas. Un saludo!
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