En estos tiempos inciertos del COVID-19 muchos sectores se están viendo afectados, y el cine es uno de ellos, pero creo que no tanto en la producción o la distribución, sino en la exhibición. Los grandes afectados en esta crisis son los exhibidores cinematográficos, y es que la gente no deja de ir al cine porque hayan dejado de interesarle las películas, sino porque verlas en casa resulta más seguro. Está claro que los cines, como todos los establecimientos abiertos al público, han adoptado protocolos de seguridad, pero claro, el miedo es libre y un cierto riesgo de contagio siempre existe cada vez que uno sale de casa, por lo que es normal que a mucha gente le dé reparo arriesgarse a ir a una sala pudiendo ver películas en casa. De hecho, los grandes beneficiados de la industria audiovisual en esta pandemia, parecen ser las plataformas digitales, que han subido notablemente su número de clientes.
¿Cambiará esto la forma de ver cine hasta el extremo de que las salas desaparezcan y las películas se vean en casa?
Creo que la experiencia de asistir a una sala es única por ciertos factores. Primero, la percepción de una película es totalmente distinta, es más inmersiva en un cine por mucha pantalla gigante o sonido envolvente que se tenga instalado en el salón de casa, porque en una sala de cine no tienes más remedio que mirar a la pantalla o quedarte dormido si la película no te gusta, mientras que en casa hay distracciones, puedes parar la película en cualquier momento, tienes la nevera al lado, hay luces a mano, mientras que en el cine tienes que estar dos horas sentado en la butaca a oscuras mirando a la pantalla sí o sí. Además, la percepción a nivel subconsciente, entra de forma más relajada en nuestro cerebro la imagen de cine, ya que es una luz reflejada en la pantalla, que la de la tele, que es una luz radiante. De hecho, en el cine es necesaria la oscuridad para ver bien la imagen, mientras que la tele se bien a plena luz del día, por tanto la intensidad de la tele es más agresiva y eso hace que también nuestra percepción sea distinta.
En segundo lugar, además de las diferencias en la percepción, también hay que añadir el componente social que tiene salir para ir al cine. Es algo que gusta a mucha gente, tanto cinéfila como no cinéfila. Quedar con amigos o con pareja para ir al cine y luego a tomar algo por ahí y comentar la película, es algo compartido por muchas personas de muy distintos gustos y aficiones.
Esto en cuanto a los factores que favorecen la existencia de las salas de cine. Esto puede hacer presagiar que el negocio del cine tal como lo conocíamos hasta ahora, volverá, pero la cuestión es cómo se mantienen las salas hasta que llegue ese momento, ya que si no va la gente al cine, las salas cerrarán y cuando el virus pase no habrá salas a las que ir. Bueno, supongo que otras nuevas abrirían u otras reabrirían, pero es innegable que el impacto económico y laboral a corto plazo en el sector de la exhibición cinematográfica va a ser bastante duro. El problema es por tanto creo que es más de los dramas humanos que se vivan por la crisis económica mientras esto dure. En cuanto al cine como lo conocemos, creo que puede sufrir una caída, pero resurgirá de sus cenizas.
En conclusión, el cine continuará. Los productores seguirán produciendo, los distribuidores seguirán distribuyendo, las plataformas digitales y ventas de Blue Ray seguirán creciendo, pero las salas comerciales parece que serán las más damnificadas en este proceso de todo el engranaje industrial que es el cine. Desde este humilde blog, mi más sincero apoyo a todos los profesionales de la exhibición cinematográfica. Llevo casi 40 años yendo al cine regularmente y espero poder seguir haciéndolo por muchos años. El virus pasará y vendrán tiempos mejores. «Show must go on».
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