En 2009 Clint Eastwood se retiraba de la interpretación con Gran Torino, aunque seguiría dirigiendo como así ha hecho en esta última década. Nada hacía presagiar que diez años después volvería a ponerse ante las cámaras, pero ha ocurrido. A sus 89 años vuelve a hacer doblete detrás y delante de la cámara en Mula (The mule), una historia sobre un horticultor retirado metido a mula de un cártel mexicano de narcotraficantes. Las mulas son los transportistas, para entendernos, de los cárteles de la droga.
Eastwood nos ofrece una reflexión sobre la sociedad actual, sobre cómo en un ambiente tan competitivo, qué ocurre cuando envejeces y te ves indefenso ante la hostilidad del sistema. Una reflexión sobre la familia, sobre la conciliación de la vida profesional y familiar, sobre cumplir las ambiciones profesionales frente a cumplir con las obligaciones de uno con sus seres queridos, sobre el sentimiento de culpa y la búsqueda de enmienda. En definitiva, se trata de una atinada reflexión sobre la vida servida con la maestría y sobriedad narrativa propias de Eastwood en clave de «thriller» policiaco, con la investigación de los agentes de la DEA a un cártel de la droga como marco de la acción.
Acompañan a Eastwood en este regreso varios rostros conocidos. Bradley Cooper, que ya había trabajado a sus órdenes en El francotirador, ha tenido aquí la oportunidad de compartir plano con la leyenda viva. Interpreta a un agente de la DEA junto a Michael Peña, como su compañero, y Laurence Fishburne, el otrora Morfeo de Matrix, como jefe del equipo. Diane Wiest, como la esposa del protagonista, y Andy García, como capo mafioso, completan el reparto de esta nueva muestra de buen cine que nos trae el incombustible Clint Eastwood.
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