El 1 de noviembre, día de todos lo santos, en México se conoce como Día de Muertos y lo festejan de una manera muy particular, con altares donde se colocan fotos y ofrendas de los familiares fallecidos. Visualmente son muy características las calacas, que son los esqueletos usados como adornos para esta festividad. En la película de 007 Spectre, el prólogo era una secuencia en México DF durante, precisamente, la celebración de este día y la ambientación con las calacas le confiere un aspecto estético muy interesante al arranque del filme.
Ahora es Pixar quien se acerca a esta tradición para sumergirse en la cultura mexicana con Coco, la nueva joya anida de de los estudios presididos por John Lasseter. Cuenta la historia de Miguel, un niño apasionado por la guitarra, en cuya familia la música está vetada. El día de Muertos se verá trasladado de forma mágica al otro mundo y descubrirá un montón de cosas sobre sus antepasados.
El arranque y desarrollo, a priori, nos plantea una historia aparentemente sencilla, que en su desenlace sube muchos puntos en cuanto a hondura y complejidad se refiere. La película abunda en los principios familiares tradicionales mexicanos y trata su cultura con un profundo respeto, huyendo de clichés y arquetipos manidos por parte de Hollywood en tantas y tantas películas.
Visualmente es portentosa y muy atractiva, especialmente por el fascinante y colorista diseño del mundo de los muertos. Así como el pasado verano, Pixar nos traía con Cars 3, un entretenimiento técnicamente casi perfecto, pero carente de entidad propia, ahora con Coco ocurre todo lo contrario. Vuelve a brindarnos un filme original y fresco con personalidad como otros títulos de la casa, tales como Wall-E, Ratatouille o Up.
Muy buena película en todos los aspectos, desde el acabado técnico hasta el contenido de calado dramático, pasando por un tratamiento visual y musical absolutamente delicioso, además de un ritmo narrativo muy fluido. Una película sin fisuras.
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