Fue un fin de semana de octubre. Hacía sol, pero ya sin el tórrido calor veraniego. Un tiempo ideal para salir al campo, a respirar aire puro y caminar en buena compañía.
Fueron dos jornadas de senderismo en los Arribes del Duero. Un paisaje fantástico que invita a ser retratado. Con la cámara en ristre recorrí los senderos portugueses y españoles que flanquean el río, que constituye una frontera natural entre los dos países que forman la Península Ibérica. Un día fue más duro que el otro, por el calor, sin sombra bajo la que resguardarse. Te invito a descubrir por qué país transitamos ese día en el reportaje Las dos caras del Duero.
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