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domingo, 8 de mayo de 2016

El enemigo en casa

El año pasado podíamos ver La conspiración del silencio sobre las investigaciones previas a los juicios de Auschwitz, que tuvieron lugar entre 1958 y 1963. Sin embargo antes ya había quien trataba de remover conciencias para hacer justicia. El caso Fritz Bauer, otra producción alemana sobre el post-nazismo, trae a la pantalla la cruzada personal emprendida por el fiscal general de origen judío cuyo nombre da título al film, que en 1957 consiguió localizar al oficial nazi Adolf Eichmann, responsable de la tristemente conocida Solución Final y encargado de los transportes de judíos a los campos de exterminio, y consiguió que fuese detenido y juzgado tres años después, en 1960.

La película pone de manifiesto dos temas interesantes para el debate. Por un lado está lo que suscita la propia trama principal: la podredumbre de las instituciones en las que muchos altos cargos son simpatizantes del nazismo y ponen toda clase de trabas para que nadie pueda dar con los ex oficiales nazis exiliados buscados por la justicia. Del mismo modo están aquellos que se avergüenzan de su pasado inmediato como nación y quieren que se sepa la verdad para juzgar a los criminales.

Por otra parte subyace un tema que da una vuelta más de tuerca, y es el de la doble moral y la hipocresía de gente sin alma capaz de cualquier cosa por defender lo indefendible. En una época en la que la prostitución y la homosexualidad están penadas con la cárcel, hay quien utiliza la vida privada de la gente como moneda de cambio para el chantaje. Otro método utilizado para disuadir a quien quiere escarbar en el pasado es a través de amenazas de muerte con mensajes anónimos al más puro estilo de la mafia. Si altos cargos del gobierno quisieran no hacer nada para no remover el pasado, mirar hacia otro lado como si todo fuese normal, estaríamos hablando de cobardía, pero cuando además son capaces de quitar de en medio a cualquier precio a aquellos que sí quieren luchar por hacer justicia, entonces estamos hablando de otra cosa. Precisamente esta podredumbre hace que los cauces legales ordinarios no permitan hacer el bien a quienes lo pretenden, y éstos se vean abocados a actuar a veces al margen de la ley.

Dirige el film Lars Kraume que resuelve bastante bien todos los aspectos formales de la realización. Utiliza correctamente la fotografía, la música y el ritmo narrativo. Por otra parte quien realmente se convierte en el alma de la película es sin duda su protagonista Burghart Klaussner, que despliega un carisma arrollador embutido en la piel del controvertido fiscal Fritz Bauer y compone una sólida interpretación con una fuerte y vigorosa presencia en pantalla. Klaussner es un actor alemán con una prolífica filmografía en su país de origen, al que se ha podido ver en algunas de las producciones alemanas de renombre de los últimos años, como Goodbye Lenin o La cinta blanca. De vez en cuando se ha dejado ver en películas más internacionales como El lector o la reciente El puente de los espías.

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