
A los escritores que escriben por encargo en nombre de otro, que en español se les conoce como “negros”, en inglés se les llama “fantasmas” (ghosts). Son personas que trabajan en la sombra, en el anonimato. Ellos redactan mientras su contratista pone la firma y se lleva los laureles. Uno de estos literatos sin reconocimiento autoral es el protagonista de la nueva película de Roman Polanski,
El escritor (The ghost writer, 2010), adaptación de la novela homónima de Robert Harris, que ha coescrito el guión junto con Polanski. Un vibrante thriller que cuenta como un escritor es contratado para terminar la autobiografía de un ex Primer Ministro británico, en medio de un escándalo político que tiene que ver con crímenes de guerra. Quien comenzó el libro ha muerto en extrañas circunstancias, y ahora el nuevo “negro” debe rematar el manuscrito, pero durante el proceso va descubriendo el oscuro secreto que se oculta tras la muerte de su predecesor.
En algunos aspectos nos puede remitir a otros títulos con los que comparte cartelera estos días. Por ejemplo, buena parte de la acción transcurre en una isla en la llueve con bastante frecuencia, escenario que hemos visto hace poco en
Shutter island. Por otra parte el trasfondo de conspiraciones políticas y lo peligroso que resulta meter las narices en los entresijos del poder, tiene cierto parecido a
Al límite. No obstante el tono de los tres films es totalmente distinto entre sí.
El ritmo narrativo de la película es magistral. Se mantiene constante durante todo el metraje, sin altibajos ni estridencias, y retiene la atención del espectador en todo momento gracias a una hábil dosificación de la información. El misterio se plantea desde el primer fotograma y el relato va aportando datos con la suficiente frecuencia para tener enganchado al público pero en la cantidad adecuada para no desvelar demasiado antes de tiempo. Por otra parte la fotografía en tonos fríos y el uso correcto de la música en determinados momentos, colaboran a crear una atmósfera muy uniforme en toda la cinta para que quien la vea no se disperse en ningún momento y siga la trama sin distracciones.
Ewan McGregor encabeza el reparto con una sobria interpretación tan convincente como suficientemente carismática para soportar el peso protagonista de la historia. En general todos los actores están perfectamente enfundados en sus respectivos roles, tanto por su buen hacer profesional como por un trazado de cierta hondura psicológica de los personajes y un gran acierto de casting en cada uno de ellos. El otrora agente 007 Pierce Brosnan como el ex Primer Ministro, Kim Catrall, de moda por la serie televisiva
Sexo en Nueva York, como su secretaria, y Olivia Williams, vista actualmente en un papel muy secundario de
An education, como su esposa, encajan como un guante en el conjunto. El secundario de lujo Tom Wilkinson, que ya compartió cartel con McGregor en
El sueño de Casandra, tiene la presencia en pantalla que cabría esperar de él. Las breves apariciones de un inflado y calvo James Belushi y la del veterano Eli Wallach, ponen la guinda del pastel a este gran elenco.
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