Llega la quinta entrega de las andanzas del agente secreto Ethan Hunt. Misión:Imposible. Nación secreta. Tras 19 años desde la primera película Tom Cruise se ha mantenido fiel a ciertas bases que sentó desde un principio. Por un lado siempre ha querido hacer él escenas de alto riesgo, y que además se le vea bien la cara para que se note que de verdad es él, y continua haciéndolo a pesar de haber superado ya los cincuenta años de edad. Por otra parte desde el inicio quería que cada película que se hiciera tuviese un director diferente, de manera que cada misión estuviera dotada de un estilo propio. Tras Brian de Palma, John Woo, J.J Abrahms y Brad Bird esta vez le ha tocado coger las riendas de la nueva aventura a Christopher McQuarrie, que ya dirigió a Cruise en Jack Reacher. Este es su tercer film como director aunque su carrera profesional ha estado más marcada por su labor como guionista con títulos como Sospechosos habituales, Valkiria o Al filo del mañana. El libreto de la presente película también lo ha coescrito junto con Drew Pearce, responsable del guión de Iron Man 3.
Recupera protagonismo Ving Rhames, que ha estado presente en toda la saga pero que en la anterior entrega, Protocolo fantasma, había quedado relegado a una breve aparición. Los nuevos fichajes de aquella repiten esta vez, Jeremy Renner y Simon Pegg, y se suman al equipo la actriz sueca Rebecca Ferguson y el veterano Alec Baldwin. Por otro lado el villano de la función lo interpreta Sean Harris, visto en Prometheus, que compone un personaje sombrío, carismático y muy convincente, aunque posiblemente el mejor de la saga sigue siendo el de Philip Seymour-Hoffman en Mission:Impossible III
Esta vez la misión para Ethan Hunt básicamente es sobrevivir, ya que lleva tiempo siguiendo la pista a una organización criminal secreta llamada El Sindicato, y éstos se han percatado de ello y van a por él. Todo un juego de el gato y el ratón en el nunca se sabe exactamente quién es el gato y quién el ratón.
Todas las secuencias de acción están perfectamente planificadas y son realmente vibrantes. Tanto la escena bajo el agua como la persecución de motos o la secuencia en la ópera son excelentes. Esta última, que tiene lugar entre bastidores durante la representación de Turandot, tiene reminiscencias a El hombre que sabía demasiado de Hitchcock.
Las coreografías de las peleas cuerpo a cuerpo están mejor rodadas de lo que vemos últimamente en el cine de acción en el que los planos son tan cortos y movidos que apenas se puede apreciar lo que está ocurriendo. Aquí sí que se puede entender lo que pasa, lo cual es de agradecer. Por otra parte la narrativa de la película es muy nítida, se puede seguir perfectamente el desarrollo de la trama a pesar de la verborrea espía que se suele utilizar en este tipo de films y de la cantidad de pirotecnia y acrobacias que inundan el metraje.
Por tanto estamos ante una de las misiones más redondas de toda la saga, en la que todos los elementos funcionan a la perfección, tanto técnicamente como narrativamente. Todo un espectáculo.
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