Brad Pitt, a pesar de su fama de guaperas, ha mostrado en otras ocasiones que le va la marcha en registros extremados y algo underground, como en Doce Monos de Terry Gillian, por la estuvo nominado al Oscar, o la cinta de Quentin Tarantino Malditos bastardos así como en Snatch, cerdos y diamantes de Guy Ritchie. Ahora llega a las pantallas convertido en un cínico asesino a sueldo en Mátalos suavemente (Killing them softly), bajo la batuta de Andrew Dominik, director del poético western El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford.
En este caso la acción se desarrolla en ambiente mafioso, y trata de unos aficionados que atracan una timba en la que juegan personajes poderosos de la mafia. La película se enmarca en barrios marginales con la crisis política y económica actual como telón de fondo. Durante todo el film se van oyendo fragmentos de discursos políticos en la radio de los coches, o en la televisión de los bares, estableciendo un paralelismo entre la podredumbre de las altas esferas y la de los bajos fondos. Un ejercicio de estilo interesante con aroma setentero y ecos del cine tarantiniano.
El resultado final es algo irregular, con momentos muy brillantes de interpretación, especialmente por parte de James Gandolfini, y algunos golpes de humor negro muy logrados. También cabe destacar una secuencia rodada con un ralentí exagerado, en la línea de la reciente Dredd. En los momentos más flojos lo que da es una sensación de estar viendo a un Tarantino trasnochado, o una imitación descafeinada de Pulp fiction.
En definitiva Mátalos suavemente es una cinta que no deja indiferente pero que no acaba de ser lo redonda que podría haber sido con el material que maneja. Está correctamente narrada, bien dosificada, pero quizá le falta conseguir el tono adecuado para materializar sus pretensiones.
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