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martes, 14 de enero de 2025

Los arquitectos son las estrellas


 


The brutalist ha triunfado en los Globos de Oro y se estrenará en España el próximo 24 de enero. Cuando la vea, escribiré la correspondiente reseña, pero mientras tanto he ido leyendo algo por ahí sobre la película. Por lo visto, trata sobre un brillante arquitecto polaco que emigra a Estados Unidos y a través de su historia trata temas como la inmigración y el lado oscuro del sueño americano.

Esto me ha traído a la memoria dos películas que también hacen crítica social a través de la arquitectura. Una es El manantial (1949), de King Vidor, en la que Gary Cooper da vida a un arquitecto vanguardista que se enfrenta a las altas esferas del poder para mantener sus principios. Él considera el mérito del individuo y su reconocimiento frente a la mediocridad de gente poderosa que no ve más allá de sus narices y quieren que anclarse en lo convencional para tener controlada a la masa. El personaje del arquitecto se mantiene fiel a sus principios hasta el punto de preferir renunciar a un proyecto y trabajar como albañil una obra antes que claudicar a las exigencias de gente sin criterio, pero con poder, que pretenden cambiar su creación. Un canto al reconocimiento el individuo que destaca sobre la masa envidiosa que no quiere reconocer el mérito ajeno.

La otra película que me viene a la mente es El coloso en llamas (1974), de John Guillermin, el paradigma del cine de catástrofes de los 70. En esta, un cortocircuito provoca un incendio en un rascacielos durante la fiesta de inauguración del mismo. El arquitecto, interpretado por Paul Newman, se ve enfrentado a la negligencia del jefe de obra que hizo cambios no autorizados en los materiales para abaratar costes y a los reproches del jefe de bomberos, interpretado por Steve McQueen, que critica el hecho de construir edificios tan altos por la dificultad y el peligro que entraña un incendio a tanta altura. Esto, además, es en los 70, en plena euforia por los rascacielos, ya que las Torres Gemelas de Nueva York se habían inaugurado el año anterior a la película. El propio Guillermin estrenó en 1976 un remake King Kong en la que el clímax final tiene lugar precisamente en la Torres Gemelas en vez de en el Empire State como en la película original de 1933.

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