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sábado, 23 de marzo de 2013

El teatro de la vida

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El mundo es muy amplio pero subjetivamente no lo parece. Cada persona vive en un círculo social determinado que compone un microuniverso particular marcado por una serie de personas y situaciones con las que uno interactúa para bien o para mal. Esto lo aplica literalmente Joe Wright en su nueva película Anna Karenina, enésima versión del clásico literario de Tolstoi, en la que utiliza un viejo teatro para recrear la conocida tragedia de una mujer insatisfecha con su matrimonio que destroza su vida en aras de una pasión desbocada. Toda la acción que ocurre en el ambiente aristocrático de la protagonista se mueve entre los distintos rincones del desvencijado teatro. Los palacios, el hipódromo, la estación de tren, todo cabe en algún lugar del edificio: en el escenario, en la platea, en los palcos, en la tramoya… Sin embargo cuando la historia se traslada al campo, fuera de la gran ciudad, el espectador puede disfrutar de unos magníficos exteriores cuidadosamente fotografiados para no romper con la tonalidad de los interiores que ocupan la mayor parte del metraje.

El estilo experimental del director de Hanna o El solista alcanza sus más altas cotas en esta cinta con un virtuoso manejo de los movimientos de cámara combinados con hábiles cambios de escenografía perfectamente coreografiados. Todo un alarde técnico que confiere a la película un aspecto muy original, tanto que al principio cuesta entrar en ese universo tan peculiar que nos plantea Joe Wright.

Una propuesta tan arriesgada en la parte técnica contrasta con unos personajes y unas interpretaciones bastante correctas pero insuficientes para transmitir el grado de emoción esperado. Al conjunto le convendría un poco más de garra, de delirio, unos diálogos más extremados y unas actuaciones más en la línea de Moulin Rouge de Baz Luhrman. Por ese punto de energía que le falta resulta algo frío el resultado final del film, sin desmerecer el gran mérito de su autor en busca de ofrecer algo nuevo al público.

Las imágenes van acompañadas de una deliciosa partitura de Dario Marianelli que envuelve las imágenes para crear la atmósfera adecuada. Un compositor de cuyo estilo pudimos disfrutar recientemente en El cuarteto.

En versiones anteriores han prestado su rostro a Anna Karenina actrices como Greta Garbo, Vivien Leigh o Sophie Marceau. En esta ocasión ha sido Keira Knightly, que ya trabajó con el director en Orgullo y prejuicio y Expiación. Le acompañan Jude Law y Aaron Taylor-Johnson en los roles de marido y amante respectivamente.

Una película arriesgada en su propuesta, algo irregular en su ejecución, pero en general muy meritoria, que fue galardonada en los Oscar con el premio a Mejor Vestuario.


Leer critica Anna karenina en Muchocine.net


3 comentarios:

manipulador de alimentos dijo...

Hay que tener mucho cuidado con los sentimientos, saber interpretarlos, como si de música se trataran. La de la reciente adaptación de Anna Karenina, sobre el clásico de Tolstoi, a menudo suena demasiado exagerada y vacía. Me quieres, no me quieres. Eso sí, la puesta en escena es grandiosa y original, en particular las escenas de baile, te dejas llevar imaginándote que si uno fuera tan gracilmente liviano... Un saludo!!!

Sesión Golfa dijo...

Bastante de acuerdo con tu opinión sobre esta película, compañero. Un saludo.

Ramón Ramos dijo...

Manipulador de alimentos
estoy de acuerdo con lo del baile. Realmente tiene unas coreografías muy trabajadas.

Sesión Golfa
una vez más coincidimos.

Saludos,